Manuel García Borrego
Universidad de Málaga
Gravedad
Entre el fuego y el vacío, prefirió el vacío. Tomó un ligero impulso y saltó, aunque bien podría haberse dejado caer pues el resultado sería el mismo tras una caída de diecisiete pisos. Resolvió que prefería mantenerse en posición vertical, aunque rápidamente la velocidad del descenso y los caprichos de la gravedad le hicieron contorsionarse hasta adoptar figuras y posturas imposibles, que sin duda le habrían pasado factura en un futuro de no ser por lo inevitable de su muerte. Comprobó que la atención que dedicaba a retomar su pose primitiva, esa estúpida lucha por recuperar la dignidad, desplazó el foco del verdadero problema, el impacto contra la vida.
El azar quiso que antes de lo esperado, puesto que había perdido toda noción de la distancia con respecto al suelo, volviera a su rectitud original tras una última y definitiva pirueta. Sucedió justo en el momento en el que sus pies rozaban la acera de piedra. Se vio entonces allí, en el lugar por donde pasaba cada mañana de camino al trabajo, sólo que esta vez lo arrastraba una inercia negativa que lo destruiría. Nada de esto impidió que por un instante, en esa fracción de segundo en la que lo vivo se muere, pudiera sentirse un viandante más, ajeno a cualquier incendio en cualquier edificio, ni tampoco impidió que pudiera contemplar fugazmente la mirada espaciada de los peatones o de los curiosos, no podía saberlo, ni que muriera pensando que aquel día la gravedad fue injusta con él, que mientras paseaba tiró de él hacia abajo, lo comprimió contra el suelo y lo deformó hasta desaparecer.
Deja un comentario