OBRAS y AUTORES PREMIADOS en la VI Edición de COMBOCARTE

ANIMACIÓN

1º Premio
La tela de Araña
Soraya Elizabeth Pérez Bradley
Alumna de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga.

 

2º Premio
Platón y Yo
Diego Arroyo Gutiérrez
Alumno de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada.

 

3º Premio
La Ciudad
Marta García García
Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.

BLOG

1º Premio
Great Oh!
Alejandro Robles Gómez.
Alumno de la Universidad de Granada.


2º Premio
Calei2cópica Publicidad.
Claudia Martín Garrido.
Alumna de la Universidad de Málaga.

3º Premio
El Ukelele.
José Manuel Domínguez González.
Alumno de la Universidad de Cádiz.

Accésits

2C Magazine
José Manuel Báez Fernández
Alumno de la Universidad de Málaga

 

Delir-arte
Paloma León Márquez
Alumna de la Universidad de Málaga

 

 

FOTOGRAFÍA

1º Premio
Se ruega
Alba Castilllo Sarabia
Alumna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga.

2º Premio
Toca despacio que tengo prisa.
Tania Cervera Núñez
Alumna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga.

3º Premio
Broken Doll
Saray Ramos Montosa
Alumna de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga.

 

MÚSICA

1º Premio
Sueños del Pasado
Antonio Pastor Correa
Alumno de la Universidad de Málaga.

2º Premio
Circe
Emilio Molina Martínez.
Personal de Administración y Servicios de la Universidad de Almería.

3º Premio
Make the Most
Juan Antúnez Tornero
Alumno de la Universidad de Málaga.

 

Accésits

Aranjuez
Cándido Martín González
Personal Docente e Investigador de la Universidad de Málaga

Suite de Microcuentos Musicales
Carles Roig García
Personal de Administración y Servicios de la Universidad de Málaga

TEXTO

1º Premio
La Gaviota.
Marina Alonso Gómez.
Alumna de la Universidad de Málaga.

Cuando Lucas se despertó, la gaviota ya estaba allí. Posada sobre el escritorio bajo
la ventana. Quieta, muy quieta, quietísima, pero inconfundiblemente viva como solo
los animales saben estar vivos aún cuando están quietos, muy quietos o incluso
quietísimos. Con ojos que, sin saberse donde miraban, sin duda observaban a Lucas
sentado en la cama.
Lucas no sabía lo que era una gaviota. Nunca antes había visto una ni había tenido
necesidad de ponerle nombre. Vivía demasiado lejos del mar como para que las
gaviotas, tanto el animal en sí como la palabra que lo designaba, tuvieran ningún
sentido para él.
Cuando salió del cuarto descalzo y en pijama, la gaviota lo siguió con la mirada.

En la cocina estaba Ruth pintándose las uñas de color rojo brillante mientras
hablaba por teléfono. Lucas se sentó a la mesa y ella le puso por delante la leche,
demasiado fría, y las tostadas, demasiado hechas. Intentó hablarle de la gaviota, de
lo que él no sabía que era una gaviota. Ruth lo mandó callar con un gesto de la
mano y continuó hablando por teléfono, sosteniendo el auricular en equilibrio sobre
el hombro derecho.
—Pero mamá… —empezó a decir Lucas.
Ruth tapó el auricular con una mano de uñas recién pintadas.
—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así? —siseó.
—Pero papá dijo que te llamara mamá.
Ruth se quedó mirándolo durante unos instantes.
—Si entra cualquier bicho, intenta echarlo. Si no quiere irse, lo matas y punto.
¿Entendido?
Lucas asintió.

Aquella tarde, cuando el padre de Lucas volvió del trabajo, nadie acudió a
recibirlo. Él apenas reparó en ello, distraído como estaba por la gaviota que se
había encontrado en el porche al llegar y que había emprendido el vuelo en cuanto
había puesto un pie en el primer escalón. Vivían demasiado lejos del mar como para
que una gaviota en el porche tuviera sentido alguno.
Lucas estaba en el piso de arriba, esperándolo a la entrada del dormitorio de
matrimonio. Detrás de él, Ruth yacía bocabajo en la cama sobre una maraña de sábanas
arrugadas. Algo parecido a la laca de uñas descendía por uno de sus antebrazo y
goteaba sobre el suelo
—Intenté echarla —explicó el niño. —Pero no quería irse.

 

2º Premio
Otros cinco minutos
José Ramón Brox López
Becario de la Universidad de Málaga.

Paula busca en sus ocasionales amantes una total dedicación en el despertar. Es una
obsesión que la permea por entero desde que sintió por vez primera la llamada del
lado salvaje de la vida. Les exige la mirada atenta, la caricia en las manos y en el
cuello, el aliento sobre el rostro. Mientras, ella se resiste a emerger de la
inconsciencia, emboscada en las profundidades de su vacío interior como una niña
mimada que se esconde tratando de llamar la atención, disfrutando dulcemente de las
sensaciones diluidas. Cinco minutos más, tan sólo cinco minutos más de placeres
ensoñados… para despertarse al roce de los labios calientes y húmedos, del gentil
pero firme masaje de sus pechos, para sentir su corazón acelerado cuando un nuevo
beso y otro y otro le insuflan la tremenda necesidad de volver al mundo, ávidamente.
Y después… nada, una nada abrupta e insatisfactoria. Ritual finalizado es euforia
desaparecida. Paula repite ritos, no parejas. Justo ahora está des
pertando una vez más, quién sabe junto a quién, notando sus labios finos y la
perseverancia de sus manos de piel tersa. Es agradable, suave… diferente. Le gusta.
Consigue abrir los ojos, reconoce la dureza áspera de la acera y la habitual sirena
de ambulancia. Sobre ella, la persona que la ha devuelto a la vida respira agotada.
Mientras la suben a la camilla y registran su sobredosis de metadona de costumbre,
toma la decisión. Para su próxima reanimación volverá a escoger a una mujer.

3º Premio
Beso quimérico.
David Moreno Fernández.
Alumno de la Universidad de Málaga.

Abro los ojos y veo que ella aún está dormida en mis brazos, y yo que deseo besarla
por mucho que cueste, me dirijo a sus labios y cuando estoy a punto de hacerlo me
despierto del sueño y resulta que sigo con ella dormida en mis brazos. Pero no
desisto, me lanzo a su boca y cuando voy a sentir sus labios de pronto me despierto
otra vez y veo que estoy junto a ella de nuevo en la misma posición, así que lo
intento una vez más pero me vuelvo a despertar a su lado y sin perder la esperanza
lo intento una y otra vez con el mismo resultado hasta que necesito descansar y me
quedo dormido. Entonces ella abre los ojos, se dirige a mi boca, y cuando está a
punto de besarme se despierta.

 

Accésits

El deseado don de la certeza
José Luis López Rodríguez
Personal de Administración y Servicio de la Universidad de Málaga

Encendí el último cigarrillo y me quedé pensado en mi vida, que me parecía idéntica
a uno de aquellos apólogos medievales en los que un príncipe se levantaba convertido
en mendigo, por capricho de algún geniecillo cruel o justiciero. Había empezado a
mendigar un poco de filosofía cartesiana para entender por qué las ilusiones se
desgataban con el hábito, y los idiotas hacían escuela con sus dogmas anestésicos y
vacíos. Aquella noche empezaba mi historia de renegado, había sido expulsado de la
épica cotidiana porque no pensaba seguir arrastrando conmigo el cadáver de la
felicidad, porque no quería ser suplantado por otro que interpretara un papel falso
de mí mismo. No aceptaba una máscara que me cubriera esa parte del rostro donde
estaban aflorando ya los pausados desgarramientos interiores, la fe paralítica y la
traducción del asco. Daba caladas hondas al cigarrillo y recordaba lo que fui, lo
que ya jamás sería, en ese orbe flemático e instintivo que
levantaba el oprobio y la necedad. Haría muchas cosas por el simple placer de
hacerlas, sin permitir que interfiriera en ello el lograr, que, además de bellas,
fueran rentables. No estaba dispuesto a comulgar por más tiempo con una
resignación que se amparaba en la cobardía, no iba a escuchar más a esos
mequetrefes que se llenaban la boca de buenas intenciones para construir un mundo
a su antojo donde nosotros éramos sus tristes marionetas. Había llegado mi turno.
No estaría al lado de todos esos hombres que se ponían serios en los bares para
dar un aire de incrustación honda o pertenencia clara al Sistema, no abrazaría a
ninguna mujer que no supiera que hay un tiempo distinto al que marca un reloj de
pulsera. Ya no viviría de maneras enfermas, ni rozando el gris frío de la
angustia. Jamás consentiría que un beso nuevo fuera ya costumbre al acabarse.

Vuela
Jorge Gutiérrez Lucena
Alumno de la Universidad de Granada

Aún suelo mirar al cielo y recordar cuando, en primaria, nuestro amigo Alfonso nos
retó a volar. Naturalmente nos negamos, nuestros padres nos habían advertido de los
peligros de elevarse en los aires. Tampoco pensamos que él tuviera el valor para
hacerlo. “No es la primera vez que lo hago”, susurró, “aunque en esta ocasión será
diferente, volaré más alto que nunca.” Nosotros nos mofamos. Pero entonces miré a
sus zapatos y vi como sus cordones ondulaban a unos palmos del suelo. Alfonso sonrió
y señaló al cielo, entonces comenzó a elevarse, riendo.
Recuerdo que me quedé mudo, igual que Antoñito y Manuel. Era insólito, nunca nadie
se había atrevido a desobedecer así a sus padres.
Aún a veces miro al cielo, y me pregunto qué tan lejos estará Alfonso, y qué tan
bien lo estará pasando, para que jamás volviera a por los cromos que nos habíamos
apostado.

 

VÍDEO

1º Premio
Amor Prepositivo
Lorena Triviño de Matteis
Alumna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga.

2º Premio
Sightless
Soraya Elizabeth Pérez Beadley
Alumna de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga.

3º Premio
La fuga de Logan.
D. Emilio Molina Martínez
P.A.S de la E.T.S.I. de Telecomunicaciones Universidad de Málaga.