Marina Alonso Gómez
Universidad de Málaga
Solo ida, por favor
Cada mañana, a las siete en punto, cogía el tren de cercanías que unía la ciudad con los pueblos de la costa. Nueve minutos después, en la primera parada, descendía del vagón, indiferente a las miradas de desconcierto de algún que otro pasajero novato o poco observador. Ya en la calle, caminaba a paso ligero en sentido opuesto al del tren, pasaba por delante de la estación y de su casa, y finalmente llegaba a la oficina
Cada mañana, diez minutos antes de que saliera el tren, se dirigía a la taquilla para comprar su billete. La taquillera, la misma taquillera que lo había atendido cada mañana durante más de tres años, le recordaba con una sonrisa que debería pensar seriamente en sacarse el bono de transporte.
—Lo sé —le contestaba siempre él; y le devolvía la sonrisa con el corazón a punto de explotarle en el pecho.
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