El grupo de los “asomados”

Sara Avilés Torres
Universidad de Málaga


 

El grupo de los “asomados”

De nuevo y como cada día miro con ojos rutinarios a través de la ventana de mi habitación, y observo lo que ocurre ahí fuera. Y como cada día, coincidiendo en hora y lugar, veo asomadas, en sus respectivas ventanas y balcones, aquellas personas que integran, sin saberlo, el “grupo de los asomados”.

Está el señor serio que siempre fuma y parece mirar furioso a todos lados. A veces parece triste, otras veces enfadado. Pero siempre mantiene ese mismo ceño fruncido, sin perder nunca una bocanada de su interminable cigarro. Apoyado en la barandilla del balcón mantiene la mirada fija en la nada, pareciendo ordenar en su cabeza cada uno de los pasos que ha hecho y tiene que seguir haciendo en el día. Ese cigarrillo es la excusa perfecta para abandonar por un breve momento esa estresante vida de trabajo, recibos y agobio familiar.

Luego si miro un piso más arriba, se encuentra la mujer rubia del moño casi desecho. Su mirada es ausente, como si divagase por mundos ideales, donde se encuentra con todos aquellos sueños inalcanzados y que ya parecen solo un anecdótico recuerdo de juventud. Su expresión no es ni de tristeza ni felicidad, es solo de aburrimiento, siendo esa salida al balcón el entretenimiento que necesita su mente para dejar por un momento esa rutina incansable que diariamente le abruma, pero que la sustenta en una seguridad estable.

En la parte izquierda del edificio, en el último piso, a través de una oscura ventana, hay asomado un hombre joven. Su postura recta y totalmente frontal detrás del cristal hace que su misteriosa y rara expresión sea mucho más inquietante. Sin embargo, existe algo en esa rigidez y extrañeza que parece estar camuflando un profundo grito: la necesitad de llenar ese vacío oscuro y eterno.

Mi mirada se distancia poco a poco de estas presencias, simples puntos que ocupan un espacio mínimo en un enorme edificio. Nadie se da cuenta que en realidad son almas solitarias asomadas por un momento a su mundo interior, donde pueden soñar y encontrar lo que sueñan, donde reposan brevemente del peso de la sociedad. Un grupo solitario, desconocido y aparentemente inexistente. Pero, al fin y al cabo un grupo. El grupo de los “asomados”.

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