Después de perder a su padre a causa de un altercado con unos borrachos, Salah no sabe cuál es el camino que ha de tomar. Cabreado, cansado y con un gran hartazgo, acaba enzarzado en una pelea con un cliente cabreado, que acaba muriendo. Salah debe deshacerse del cadáver y encuentra una buena forma.
‘K-Shop’ es un thriller un tanto gore, por lo que lo primero es advertir a los sensibles o de estómago delicado de que quizás, esta no sea la película más recomendable para ellos. Sin embargo, no es solo eso. Su carácter de thriller la hace alejarse de la sangre por la sangre o la muerte por la muerte y ser mucho más trascendental. De hecho, a mi parecer, la violencia tiene un papel casi secundario, aunque fundamental para explicar el fenómeno que se produce.
Presentada en forma de pequeños capítulos, la cinta tiene una forma oscura aunque con destacados de colores fosforitos. Es una trama muy triste, en la que no hay energía, que nos transmite una sensación de cansancio; una situación límite, en la que explotar no es una opción, más bien la única salida. Sin duda, una dura crítica al racismo, a una sociedad estereotipada, llena de desprecios y desdén sin conocimientos ni motivos (aunque nunca los haya) que no tiene ninguna justificación. K-Shop es una muestra del odio que suscita la discriminación en quienes la sufren y que tan a la orden del día está en Europa en el momento que vivimos. Aunque también vemos sed de venganza y una mente demasiado perturbada para seguir viviendo una vida normal.
En esta cinta también se critican otras cuestiones como el exceso, la fiesta, el alcohol, las drogas y las consecuencias que estos factores tienen en el comportamiento de las personas. Lo vergonzosa que resulta la conducta de un grupo de jóvenes embriagados, que solo piensan en su diversión por encima de todas las cosas y que resultan de lo más molesto para aquellos que no forman parte de esa juerga. A pesar de que el romance se deja entrever durante la trama, no tiene ningún recorrido ni transcendencia en la historia de Salah Sabir.
El casting es envidiable, con Ziad Abaza a la cabeza e interpretando a Salah. Y de la dirección no se puede decir algo muy diferente, más teniendo en cuenta que K-Shop es el primer largometraje que Dan Pringle dirige, que además guioniza y edita.
En definitiva, una ópera prima de gran categoría que incluye un debate moral y psicológico de lo más interesante. Una película que habla de los límites humanos y de la vergonzosa sociedad en la que vivimos, aunque poniendo el foco en Inglaterra y sus gentes. Una cinta en la que se retratan los problemas de tolerancia del mundo en el que vivimos y que nos muestra la cara más sucia del ser humano.
Por Esperanza Burgos.