Año a año, este Festival va afianzándose y nos
atrevemos a asegurar que falta muy poco para que acabe convirtiéndose en un
elemento indisociable, casi orgánico, de este sistema complejo que forma la
Universidad de Málaga.
atrevemos a asegurar que falta muy poco para que acabe convirtiéndose en un
En estos tiempos complicados para la cultura, que un festival como Fancine
siga celebrando cumpleaños es motivo de regocijo para muchos. Para los
universitarios, por supuesto, porque es obra de ellos. De su esfuerzo y de su
ilusión. Pero también para la sociedad malagueña en general. No nos
olvidemos de que se trata del festival cinematográfico más veterano de la
capital. Y en todo este tiempo ha ido creando afición, ha superado la primera
generación de seguidores, y aunque ya hace años –la economía obliga- que
hemos renunciado a sorprender al viandante con el inesperado encuentro de
un rostro famoso paseando por las calles de la ciudad, seguimos aportando
algo que muy pocos se atreven a hacer hoy día: cine sin complejos.
Y no nos referimos solo a que por nuestras pantallas se muestren a menudo
escenas que contravienen los más elementales criterios de la armonía clásica,
que también. Sino a que el cine fantástico acoge en su seno, con mayor
facilidad que otros géneros, la experimentación, el ilusionismo, el riesgo del
alquimista que mezcla elementos a ver qué pasa. Hoy, que la tecnología ha
abaratado los costes de producción, en la misma medida en que ha facilitado
que los espectadores apenas tengan que salir de casa para disfrutar de las
películas de siempre, cualquiera puede hacer una obra cinematográfica y
además exhibirla a todo el mundo a través de Internet. Evidentemente, habrá
cosas que no podrá hacer con una cámara doméstica. Pero seamos honestos:
cuanto más realista sea el argumento y cuanto más naturalistas los escenarios
o la interpretación, más nos acercaremos al cine que hoy día, aún sobrándole
calidad, languidece en todas las salas del mundo a la par que sus argumentos
florecen y viven una época dorada en otra parte: las series de televisión. Y es
que ya sea con una cámara barata, o con una de altísima gama y última
generación, al cine hay que ponerle magia, ilusionismo, si se espera que luego
el público acuda a verlo.
Si los hermanos Lumiere resucitasen hoy día, estamos seguros de que harían lo
que ya entonces hizo Méliès: contarnos lo que, en el mundo real, no está a la
vista.
Por eso, aquellos que todavía esperan disfrutar de esta magia –y no usamos el
término con la formularia vacuidad que se acostumbra al hablar de cine- en el
lugar específicamente diseñado para que la experiencia sea más completa y
envolvente, van a seguir encontrando en nuestro festival un refugio amable,
asequible y genuino.
Quédense con nosotros, un año más.
Mª Chantal Pérez Hernández
Vicerrectora de Extensión Universitaria
Vicerrectora de Extensión Universitaria