Don Anselmo

Héctor Moreno Campoy

Universidad de Málaga


Don Anselmo

Don Anselmo Gutiérrez se sentó frente a su interlocutor. Lo miró fijamente, escudriñando cada detalle de aquella persona. Por sus arrugas denotaba cierta edad, propias de alguien que ha vivido muchas experiencias, pensó Don Anselmo. Tras este breve análisis se aventuró a hablar. Empezó tímidamente, a ver la reacción del sujeto en cuestión. Como parecía mostrar interés se soltó lo suficiente como para contarle su vida, obra y milagros, sin dejarse detalle. Eran estas pequeñas particularidades los que realmente hacían feliz a nuestro amigo Don Anselmo. Contar sus aventurillas, como él mismo las llamaba, le mantenía aún con vida. Su oyente parecía mostrar cierto interés, despertando en él un inusitado entusiasmo que le animo a proseguir.


Tras una larga charla, o más bien monólogo, Don Anselmo decidió poner punto y final a su disertación, así, sin más. Con un gesto amable y cordial se despidió de su público, su único espectador. Se levanto con dificultad y se marchó sin volver la mirada, dejando tras de sí la figura del espejo que había estado contemplándole, cómplice silencioso de la irreversible cuenta atrás que nos regala la vida.

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